TE QUIERO TANTO, TANTO...
SHOW ON LINE- Crítica de Estela Gómez
“Muchas maravillas hay en el mundo, pero la obra maestra es el corazón materno”. Ernest Bersot
“Muchas maravillas hay en el mundo, pero la obra maestra es el corazón materno”. Ernest Bersot
“Te quiero tanto, tanto… o un desesperado acto de amor”
Todos los seres humanos, somos capaces de hacer cualquier cosa por amor, por eso, todo es válido, hasta lo más increíble, para mantenerlo vivo.
Estamos ante una temática que nos atrapa siempre, ya que cuando se habla de temas del corazón, y más si se trata del amor incondicional de una progenitora , nos envuelve en una atmósfera conmovedora, afianzando nuestra convicción de que no hay sentimiento más sublime que el de una madre.
Pero ésta obra del talentoso Martín Comán, marca la diferencia, porque dentro del texto en cuestión, consigue darle una áurea enigmática, teatralmente atrayente.
La trama cuenta la historia de Amanda (Erika Wallner), una mujer poderosa, pero humana, con dudas sobre el paso del tiempo y con preguntas sin respuestas, como nos pasa a todos, y, que está siempre acompañada por su fiel colaborador y enamorado Lorenzo (Juan Carlos Denicolay). Ella, tiene un hijo,Juan (Alfonso Burgos), quien, enfermo, piensa y siente que está muy alejado del amor materno, y junto a su pareja Malena (María Verónica Nicolai), también con problemas familiares, ya que tiene un hermano, Franco (Martín Comán) con la salud mental resquebrajada, tratan de sobrellevar la vida juntos. En el día del cumpleaños de Juan, su mamá debe viajar y esto le molesta mucho. Pero, algunos de sus amigos llegan para pasar con él ese día, Lola (Lujan Martínez), una persona tímida, pero charlatana a la vez, y, Sebastián (Matías Teres), un amigo con recuerdos dolorosos de su pasado. Ellos están ahí, pero Juan, ¿está?, ¿qué pudo haber pasado después de un llamado telefónico, que le hicieron a Malena? ¿Qué es capaz de hacer Amanda, por sentir a su hijo cerca?

Con éstas potencialidades, que ahondan en las heridas abiertas de seres carentes, con un argumento llamativo y, porque no, misterioso, transitamos por un mundo desconocido, pero que, quizás, es un puente para muchos individuos que buscan imperiosamente una señal.
La sensible música (Jorge Pascuale), la iluminación (Martín Pedro De Amezola) calificada y el pertinente vestuario (Mercedes Uria), le dan el contexto ideal e indispensable a la hora de desarrollar cada escena, hasta el más mínimo detalle es interesante y no se lo puede dejar pasar. Se percibe un equipo de trabajo consistente y experimentado, llevando a cabo un gran espectáculo para recomendar y verlo más de una vez, porque tiene mucho para develar y reflexionar.
IMPERDIBLE.
http://www.showonline.com.ar/CriticaId.php?id=619
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GEO TEATRAL- Crítica de Belén Salituri
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GEO TEATRAL- Crítica de Belén Salituri
TE QUIERO TANTO TANTO...Crítica.
La desesperada búsqueda de afecto. Martín Comán escribe y dirige esta conmovedora pieza
teatral protagonizada por Erika Wallnery Alfonso Burgos, que llevan adelante intensas
interpretaciones en un mundo que necesita amor. Por Belén Salituri.
30.Junio.2012
Considerar la vida sin amor no parece factible, pero en esta historia dramática con algunos toques de comedia, la falta de o el punto máximo de afecto en las relaciones humanas están llevados a su máximo exponente.En esta obra escrita y dirigida por Martín Comán, quien además forma parte del elenco, el afecto es el eje principal que mueve los hilos de esta intensa historia. Amanda (Erika Wallner) es una mujer adinerada, preocupada por su apariencia y por lo que el paso del tiempo puede hacer con ella. Esta actitud provoca en su hijo Juan (Alfonso Burgos) un sentimiento carente de afecto por parte de su madre, de quien se siente alejado, y al mismo tiempo molesto por no poder compartir tiempo con ella. La trama se desarrolla el día del cumpleaños de Juan, que se entera de que su madre no estará con él. Ese mismo día, su novia Malena (María Verónica Nicolai) recibe la inesperada visita de su hermano Franco (Comán) y con él, el tormentoso recuerdo de un pasado que la asecha.
Cuando todo está en marcha para comenzar el festejo, una llamada telefónica cambia el rumbo de la historia y Amanda hará todo lo que tenga a su alcance para poder conectarse con su hijo y demostrarle su amor.
Con una escenografía, iluminación, musicalización que brindan el contexto adecuado a las situaciones que se desarrollan, queda comprobado que no se necesitan grandes producciones para poner una historia compleja sobre el escenario. Con elementos simples, pero que denotan dedicación, Te quiero tanto, tanto… tiene lo necesario para poder sostener la obra durante casi hora y media.
Cuando todo está en marcha para comenzar el festejo, una llamada telefónica cambia el rumbo de la historia y Amanda hará todo lo que tenga a su alcance para poder conectarse con su hijo y demostrarle su amor.
Con una escenografía, iluminación, musicalización que brindan el contexto adecuado a las situaciones que se desarrollan, queda comprobado que no se necesitan grandes producciones para poner una historia compleja sobre el escenario. Con elementos simples, pero que denotan dedicación, Te quiero tanto, tanto… tiene lo necesario para poder sostener la obra durante casi hora y media.
La precisa dirección de Comán logra una poderosa actuación de Wallner, quien como siempre se destaca en el escenario. Burgos la acompaña con un personaje profundo y cambiante de emociones a lo largo de la obra, muy bien ejecutado. Luján Martínez y Matías Teres despliegan momentos de drama y comedia que los hacen brillar en el escenario al interpretar a los extravagantes amigos de Juan. El trabajo de Juan Carlos Denicolay se destaca en contraparte a la carencia de afecto poniéndose en la piel de Lorenzo, que se encuentra enamorado de Amanda. No debemos olvidar a Nicolai y Comán en dos personajes que llevan las emociones a flor de piel y lo consiguen con éxito yconmoviendo.
El homogéneo nivel actoral del elenco logra ir a la par del complejo guión que hacia el final desorienta y confunde, hasta desenlazarse en un impredecible y sorprendente final que llevará a la reflexión.
El homogéneo nivel actoral del elenco logra ir a la par del complejo guión que hacia el final desorienta y confunde, hasta desenlazarse en un impredecible y sorprendente final que llevará a la reflexión.
Belén Salituri
belen@geoteatral.com.ar
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Destacados trabajos de Erika Wallner y Alfonso Burgos. Martín Comán consigue momentos muy logrados, y que con una estética de telenovela diseñó una Puesta en Escena Dinámica. Te Quiero tanto, tanto... es una historia de amor diferente, contada por seres carentes de afecto, con situaciones sostenidas por mentiras, y grandes esfuerzos por mantenerse juntos. Gastón Olivera-Revista VEAMAS
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DIARIO POPULAR |
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POR NORMA DUMAS
TEATRO. DETRÁS Y TE QUIERO TANTO, TANTO
En la órbita de Freud

De pronto, la conciencia teatral decide explorar terrenos más recónditos y se mete “de prepo” en el subconsciente de la humanidad para demostrar que nada en la vida escapa a su perseverante ambición de descubrirla y proyectarla en un escenario cualquiera. Algunas de las subyacentes especulaciones que Freud desparramó sobre este indefenso mundo se asoman con la debida dosis de histrionismo en las siguientes dos alucinantes propuestas.
Marcelo Savignone perturba ingeniosamente las reservas mentales de cualquier espectador con su casi desopilante creación de Detrás, la historia de una familia con su otro yo navegando fatalmente a la deriva. En la Ciudad Cultural Konex una inspirada, original y proyectiva concepción escénica y el entusiasta y convincente desempeño de intérpretes como Demián Candal, Natalia Cavallaro, Belén Robaina, Gisella Longo y Selva Lione transforma esta fusión de grotesco y melodrama en un espectáculo espirituoso.
La presencia y el innegable magnetismo escénico de Erika Wallner, junto a un staff perceptivo y animoso, propician la imaginería desplegada por Martín Comán en su obra Te quiero tanto, tanto (foto), una especulación entre esotérica y nebulosa para una audiencia apegada al ritualismo del más allá. En La Mueca (Córdoba y Godoy Cruz), la sigilosa diosa metafísica expone también su alegórico poder de convertir, entre rutilantes candilejas, cualquier fantasía en realidad.
http://veintitres.infonews.com/nota-4701-portada-titulo.html
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ESTRENO DE PRENSA
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Benjamín Rojas |
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Dalma Maradona |
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Benjamín Amadeo |
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Micaela Vázquez |
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Santiago Stieben |
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Daniela Nirenberg |
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Marcela Ruíz |
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Piru Sáez, Denise Romano, Micaela Vazquez, Daniela Nirenberg |
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Nicolás Maiques
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Julio López |
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Noemí Morelli, Erika Wallner, Martín Comán |
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Alfonso Burgos, Matías Teres, Martín Comán, Erika Wallner, Marcela Ruíz, Juan Carlos Denicolay, Verónica Nicolai |
Fotografías: Valeria Laurella - Julia Bortolín.
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Lanzamiento FYMTI (Festival y Mercado de TV- Ficción Internacional) promocionando "Te Quiero Tanto, tanto..." Alfonso Burgos, Erika Wallner, Juan. C. Denicolay. Abajo Luciano Cáceres y Ana María Orozco.
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LA NACIÓN- El Inglés de los Güesos
http://www.lanacion.com.ar/58783-novela-gauchesca-en-version-teatral
Novela gauchesca en versión teatral
"El inglés de los güesos". Sobre la novela de Benito Lynch. Versión teatral de Julián Howard. Intérpretes: Julián Howard, María Figueras, Tony Lestingi, Noemí Morelli, Rodolfo Rodas y Martín Comán. Música: Horacio Corral. Iluminación: Marcelo Cuervo. Vestuario: Dady Miranda. Escenografía: Marcelo Valiente. Puesta en escena: Román Caracciolo y Julián Howard. Dirección: Román Caracciolo. En el Teatro Regio. Complejo Teatral de Buenos Aires.
Nuestra opinión: Bueno
Nuestra opinión: Bueno
Cuando el regionalismo literario se enfocó en la realidad de los temas rurales, la novela gauchesca encontró a sus más altos exponentes. A Enrique García Velloso, Nicolás Granada, Roberto J. Payró, se suma Benito Lynch (1885-1951).
Una de la novelas tal vez más populares de Lynch, "El inglés de los güesos", rescata un aspecto saliente de la realidad argentina de fines del siglo XIX, comienzos del XX, y que tanto interés provocó en cultos escritores de la época: la vida en el campo, sus personajes marginados que siempre se mostraron con trazos gruesos, padres de una entereza destacable, madres sumisas destinadas a las labores de la casa y al cuidado de sus hijos en general dueños de caracteres muy viscerales, sintiéndose ajenos a ese territorio que habitan y mirando a Buenos Aires con la expectativa de cruzarse a la ciudad para descubrir el verdadero mundo.
Pero además, el autor presenta al campo como juez de la civilización urbana representada en el personaje del inglés. Ese mundo primitivo del gaucho se ve invadido por un extranjero que desconoce el idioma y las costumbres del hombre de campo.
El teatro también tuvo sus referentes y, en general, dio textos de fuerte dramatismo donde la acción se desarrolló siguiendo líneas de personajes similares a las descriptas.
La versión que Julián Howard concibe de "El inglés..." sigue, y mucho, los esquemas de aquel drama gauchesco en el que una gran situación sirve para describir el ambiente, a los personajes y presentar el conflicto; en tanto que el desenlace llega casi abruptamente.
ESFUERZO CONJUNTO
Howard y Caracciolo (el director) realizan un profundo trabajo juntos. El primero llega a una síntesis dramática muy interesante en la que asoman los temas fundamentales de la novela y el segundo potencia ese texto logrando que los actores compongan personajes que encajan perfectamente en ese esquema diseñado por el primero. Así, casi no aparecen fisuras en la estructura dramática, propias de un material que se reescribe no ya para el lector imaginario sino para el espectador que lo observa y se conmueve. También en la interpretación se mantienen modelos del teatro de 1900, donde una fuerte composición externa, puesta en juego en determinada escena, conmociona el interior de ese intérprete, da vida a la situación y llega con fuerza a la platea. En ese sentido son muy elocuentes los trabajos de Noemí Morelli (Doña Casiana, la madre) y Rodolfo Rodas (Don Juan, el padre) y los dos personajes que interpreta Tony Lestingi, Santos Telmo y Pantaleón. Los dos son muy pequeños, pero el actor logra darles una trascendencia inusitada. En el primero se impone simplemente con gestos, actitudes; el segundo se destaca por estar construido con una sensibilidad muy extrema. Martín Comán tiene el histrionismo propio de la juventud, se nota que se divierte construyendo a Bartolo, el hijo menor, y eso le da mucha vitalidad.
Tal vez la relación entre James Grey (Howard) y La Negra (María Figueras) no termine de clarificarse con la intención que corresponde. En la función que vimos, ella se mostró muy afectada, tenía mucho apuro por definir las cualidades de su personaje y pasaba de un momento a otro casi sin transición; en tanto que su oposición -Grey- sostenía una conducta más apacible. Esto determinó que quedara muy deslucido el crecimiento de ese amor imposible, que conduce a la tragedia.
Los rubros técnicos están muy integrados. La música de Horacio Corral acompaña la acción ayudando al espectador a descubrir el valor de cada escena; la escenografía de Marcelo Valiente, aunque muy naïf, describe un ambiente muy sugestivo, sobre todo cuando la iluminación de Marcelo Cuervo la carga de fuertes significados. .
Carlos Pacheco
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LA NACIÓN http://www.lanacion.com.ar/696403-el-lado-mitico-de-julio-cortazar
El lado mítico de Julio Cortázar
Mañana se estrenará el poema "Los reyes", con dirección de Luciano Cáceres
Continúa la invasión griega a la escena nacional. Mañana se estrenará "Los reyes", la visión del mito griego de Teseo y el Minotauro, según la pluma de Julio Cortázar, en el Espacio Cultural Elkafka. Está dirigida por Luciano Cáceres, que viene de destacarse en dos éxitos del off: "Criaturas de aire" (participó en la XX Fiesta Nacional de Teatro) y la multipremiada "Paraísos olvidados", además de estar trabajando como actor en "Nunca estuviste tan adorable".
Se dice que Julio Cortázar se inspiró en "Los reyes" cuando viajaba en el colectivo 48. Es un poema dramático que escribe como una catarsis al llegar a su casa. Profundo conocedor de la literatura clásica, tomó uno de los mitos más antiguos, que transcurre en la isla de Creta. Minos, rey de la isla, había vencido a Atenas y ésta debía enviar como tributo, cada nueve años, a un grupo de siete jóvenes y siete doncellas. Estos, introducidos en el Laberinto, eran muertos y comidos por el Minotauro, habitante solitario de la maraña de túneles de la que nadie podía salir. Tenía cabeza de toro y cuerpo de hombre y era fruto de la pasión de Pasifae con un toro que Poseidón le envió a su esposo Minos. En uno de los viajes a Creta se embarca Teseo, hijo del rey de Atenas, con el fin de matar al Minotauro y liberar a su ciudad del tributo. La obra de Cortázar se inicia con la llegada de la nave ateniense y se extiende hasta la muerte resignada del mítico personaje del Laberinto. Las relaciones dialógicas se dan entre cuatro personajes principales: el rey Minos, su hija Ariadna, el héroe Teseo y el Minotauro.
El elenco está compuesto por Rodolfo Roca, Natalia Ivannova, Martín Comán, Héctor Bordoni, Luján Martínez, Ezequiel Tronconi, Celina Silveyra y once actores más. La producción es de un fanático de la mitología griega, Roberto Malkassián, y el vestuario es de Mercedes Uría.
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Los reyes
Por Federico Irazábal
De: Julio Cortázar. Dir.: Luciano Cáceres. Con: Rodolfo Roca, Martín Comán, Ezequiel Tronconi, Luján Martínez, Héctor Bordoni, Natasha Ivannova, Bárbara Molinari y elenco. Elkafka. Lambaré 866. Domingos, 19 hs. 12 pesos.
Entre los muchos textos teatrales que han sido estigmatizados bajo la rúbrica de “irrepresentables” se encuentra Los reyes, poema dramático de Julio Cortázar, basado en el mito del Minotauro. Este poema, tal como lo definió su autor, rara vez es llevado a escena precisamente por las dificultades que presenta desde su propia estructura lingüística, y por qué no, teatral. Luciano Cáceres se atreve a montarlo y sortear las dificultades que presenta. Y demuestra el director de Paraísos olvidados que es uno de los más jóvenes e importantes puestistas en escena que tiene el teatro porteño.
Conocedor de las dificultades lingüísticas, Cáceres apuesta a un trabajo visual y sonoro más que significativo, pero a la vez despojando al espacio de ElKafka de cualquier tipo de barroquismo visual. Con un par de paneles móviles logra mostrar –sugerir, más bien– la existencia de ese laberinto que alberga al monstruo que deberá ser destruido por las manos de Teseo, quien se interna a tal fin en él guiado por el mitológico hilo de Ariadna. El diseño sonoro cumple a su vez un rol central, puesto que desde el inicio mismo del espectáculo se encarga de construir una imagen de ese monstruo que en algún momento deberá pararse frente al espectador.
Otro acierto es precisamente la construcción de ese monstruo. Sin uso de máscaras (que sería la resolución más directa y simple), el Minotauro es construido a partir de un doble cuerpo y un doble género. Un actor y una actriz tienen la responsabilidad de darle el cuerpo y la voz a ese ser tan temido. Aunque por momentos las expectativas generadas son mayores que las logradas, las ideas y conceptos que rigen esta puesta hacen de Los reyes un desafío más que exitoso.
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Página 12 http://www.pagina12.com.ar/diario/espectaculos/6-50370.html
“Los reyes” o la recreación del Minotauro según Cortázar
En la puesta que se ofrece los domingos en ElKafka, Cáceres se concentra en las ambigüedades que dispara el mito griego.
Por Hilda Cabrera
“¡Se dejó llevar tan dócilmente! Aquella mañana supe que salía camino de una espantosa libertad, mientras Cnossos se me convertía en esta dura celda.” En este fragmento de una respuesta del rey Minos a Teseo, Julio Cortázar resume en Los reyes (1949) una de las infinitas incógnitas que plantea la figura del Minotauro nacido de la unión de Pasifae, mujer de Minos, y de un toro blanco, regalo de Poseidón a este rey de Creta. El ser con cabeza de toro es encerrado en el laberinto que Dédalo construye a pedido de Minos. Al perder a su hijo Androgeo durante la guerra contra Atenas, el rey exige a los vencidos un tributo cruel: el de siete mancebos y siete doncellas para alimentar al Minotauro. Partiendo de la dificultad que supone trasladar a la escena este poema dramático del autor de Rayuela, el actor y director Luciano Cáceres (puestista de la premiada Paraísos olvidados) se arriesgó con un “texto noble” que lo maravilló en la adolescencia, como tantos otros de Cortázar.
A este montaje, que se ve los domingos a las 20 en ElKafka (Lambaré 866), le suma un original tratamiento visual para que el espectador “pueda sacar sus conclusiones sobre el mito y las decisiones de Teseo”, el hijo del rey de Atenas decidido a matar al “monstruo” ingresando al laberinto con ayuda de Ariadna, hija de Minos. La pregunta de a quién está destinado el ovillo de hilo de Ariadna que permitirá hallar la salida es otra incógnita. A quién desea favorecer Ariadna: a Teseo o al Minotauro, nacido del vientre de su madre Pasifae. Los interrogantes se multiplican en este trabajo del que participan Rodolfo Roca, Natalia Ivannova, Martín Comán, Héctor Bordón, Luján Martínez, Ezequiel Tronconi y Celina Silveyra. En esta vuelta de tuerca, los parlamentos del monstruo conmueven: “Extraño tanto el agua, era la única que aceptaba el beso de mi belfo. Se llevaba mis sueños como una mano tibia. Mira qué seco es esto, qué blanco y duro, qué cantar de estatua. El hilo está a tus pies (se refiere a Teseo) como un primer arroyo, una viborilla de agua que señala hacia el mar”.
Cáceres inició sus estudios de teatro a los diez años (tiene veintiocho) en la Escuela de Alejandra Boero. Realizó todos los cursos de Andamio 90 y trabajó en la sala, incluso como acomodador y boletero: “Me interesa todo el armado del teatro”, apunta, y añade que se especializó en dramaturgia con Javier Daulte y en puesta en escena con Rubén Szuchmacher, junto a quien integra una cooperativa en ElKafka. Actúa y dirige (Las razones del bosque, Freaks, homenaje a Tod Browning, Bésame mucho, ciclos de Teatro por la Identidad y, entre otros, Uraniburg, el eterno pelo de Tycho Brahe, de Cristian Martínez, que presentó en una semana de teatro argentino en Madrid). Se entusiasma además con el cine y la TV. En 2004 protagonizó El amor, primera parte (vista en el Malba y seleccionada para el Festival de Venecia) y Garúa, de Gustavo Corrado, coproducción con Holanda e Italia. En TV integró Locas de amor, El deseo, En el nombre de Dios y varios más. Actualmente se desempeña en Nunca estuviste tan adorable, obra de Javier Daulte, repuso Criaturas de aire, de Lucía Laragione, y ensaya La isla de fin de siglo, de Alejandro Finzi. Actúa también en la tira Amor en custodia. Este es para él un buen momento en materia artística, y lo aprecia especialmente por haber atravesado períodos de vacas flacas: “En una época trabajé en la calle, pasaba la gorra. Hacía malabares y circo. A un compañero mago le robaba los trucos. Un día, el mago Mirko decidió contarme la verdad de los trucos, advirtiéndome que me pasaría lo que a él: que perdería la ilusión. No quise aprender más. Prefería la ilusión”.
–¿A qué denomina “texto noble”?
–Al material que me conmociona desde lo literario, desde la riqueza del lenguaje, desde las incontables imágenes que despierta y lo mucho que exige a los actores en eso del “decir”.
–¿Qué dificultades le plantea el lenguaje de Cortázar, quizá no el de Los reyes pero sí el de sus cuentos, donde aparecen formas propias de una época?
–El año pasado dirigí un unipersonal sobre textos de Cortázar que presentó Ana Padovani. Es cierto que sus escritos son muy variados y muy de su época. Es probable que a los más jóvenes les cueste entender algunas palabras, pero es un autor fascinante. Eso de escribir de manera tan vívida sobre Buenos Aires residiendo en Europa o sobre París estando en Buenos Aires, fue un descubrimiento para mí. Nos permite “seguir” a un personaje y en el mismo párrafo a otro sin necesidad de un punto y aparte. Es como el pensamiento, uno trae al presente algo que ocurrió cinco años atrás y cinco minutos antes y hasta lo que proyecta para el futuro.
–¿Qué opina de esta visión de Cortázar sobre la figura del Minotauro?
–Es extraordinaria. Llega al mismo final del mito pero con otra mirada y una carga emocional que muestra al Minotauro como a un ser reflexivo que añora épocas mejores. El Minotauro cede ante la muerte para transformarse en algo eterno; en algo que pesará en Teseo y en otros personajes, pero no como una sentencia sino como imagen de liberación. El rey Minos plantea claramente el tema de la libertad, de quién es el prisionero: el preso o el que lo encerró. Y yo me pregunto quién es “el malo”, el Minotauro o aquel que le entrega jóvenes como alimento.
–¿Lo relaciona con la aceptación de códigos que la sociedad impone como necesarios para sobrevivir, aun siendo crueles?
–Si pasamos a otro plano, es lo que ocurre todo el tiempo. No discutimos la educación ni los cánones que nos imponen. Se nos dice continuamente que debemos vivir de una determinada manera para no perder, para no fracasar, sabiendo que esa educación y esos cánones no son los mejores.
–¿Relaciona los “saltos” entre Buenos Aires y París que se suceden en Rayuela, por ejemplo, con los exilios?
–-No conozco esa experiencia en mí, pero mi padre fue un exiliado, y durante la dictadura la vida no fue fácil para mis padres. Esos saltos me conectan con la pérdida de cosas y la añoranza de otras épocas: recuerdos de infancia, de las vacaciones, de la relación con mi mamá, que falleció. Así entiendo esa “distancia” de Cortázar, que no es sólo la distancia respecto de un lugar sino de cómo impresiona un lugar, de quienes quedan allí y de lo transitado con otros.
–¿Qué intentó destacar en esta puesta?
–La imagen más fuerte es el laberinto. Quise que fuera algo vivo, aun siendo de piedra. Me ayudaron en este tratamiento el escenógrafo Agustín Garbellotto y la música de Gabriel Barredo. Sé que este trabajo es todavía “muy libro”, pero me anima ver cómo los actores continúan descubriendo más escenas. Fue muy bueno que Aurora Bernárdez (quien fue esposa de Cortázar) nos haya autorizado a realizarlo. De esto se ocupó mucho el productor Roberto Malkassian, estudioso de la cultura griega, que desciende de armenios pero nació en Grecia. Hace dieciséis años creó un grupo de investigación. Entre los materiales literarios contemporáneos que maneja eligió Los reyes. Resulta sorprendente que el año en que Cortázar escribió este poema dramático, Borges se ocupara del Minotauro en La casa de Asterión, mostrándolo también como a un ser melancólico y apacible.
A este montaje, que se ve los domingos a las 20 en ElKafka (Lambaré 866), le suma un original tratamiento visual para que el espectador “pueda sacar sus conclusiones sobre el mito y las decisiones de Teseo”, el hijo del rey de Atenas decidido a matar al “monstruo” ingresando al laberinto con ayuda de Ariadna, hija de Minos. La pregunta de a quién está destinado el ovillo de hilo de Ariadna que permitirá hallar la salida es otra incógnita. A quién desea favorecer Ariadna: a Teseo o al Minotauro, nacido del vientre de su madre Pasifae. Los interrogantes se multiplican en este trabajo del que participan Rodolfo Roca, Natalia Ivannova, Martín Comán, Héctor Bordón, Luján Martínez, Ezequiel Tronconi y Celina Silveyra. En esta vuelta de tuerca, los parlamentos del monstruo conmueven: “Extraño tanto el agua, era la única que aceptaba el beso de mi belfo. Se llevaba mis sueños como una mano tibia. Mira qué seco es esto, qué blanco y duro, qué cantar de estatua. El hilo está a tus pies (se refiere a Teseo) como un primer arroyo, una viborilla de agua que señala hacia el mar”.
Cáceres inició sus estudios de teatro a los diez años (tiene veintiocho) en la Escuela de Alejandra Boero. Realizó todos los cursos de Andamio 90 y trabajó en la sala, incluso como acomodador y boletero: “Me interesa todo el armado del teatro”, apunta, y añade que se especializó en dramaturgia con Javier Daulte y en puesta en escena con Rubén Szuchmacher, junto a quien integra una cooperativa en ElKafka. Actúa y dirige (Las razones del bosque, Freaks, homenaje a Tod Browning, Bésame mucho, ciclos de Teatro por la Identidad y, entre otros, Uraniburg, el eterno pelo de Tycho Brahe, de Cristian Martínez, que presentó en una semana de teatro argentino en Madrid). Se entusiasma además con el cine y la TV. En 2004 protagonizó El amor, primera parte (vista en el Malba y seleccionada para el Festival de Venecia) y Garúa, de Gustavo Corrado, coproducción con Holanda e Italia. En TV integró Locas de amor, El deseo, En el nombre de Dios y varios más. Actualmente se desempeña en Nunca estuviste tan adorable, obra de Javier Daulte, repuso Criaturas de aire, de Lucía Laragione, y ensaya La isla de fin de siglo, de Alejandro Finzi. Actúa también en la tira Amor en custodia. Este es para él un buen momento en materia artística, y lo aprecia especialmente por haber atravesado períodos de vacas flacas: “En una época trabajé en la calle, pasaba la gorra. Hacía malabares y circo. A un compañero mago le robaba los trucos. Un día, el mago Mirko decidió contarme la verdad de los trucos, advirtiéndome que me pasaría lo que a él: que perdería la ilusión. No quise aprender más. Prefería la ilusión”.
–¿A qué denomina “texto noble”?
–Al material que me conmociona desde lo literario, desde la riqueza del lenguaje, desde las incontables imágenes que despierta y lo mucho que exige a los actores en eso del “decir”.
–¿Qué dificultades le plantea el lenguaje de Cortázar, quizá no el de Los reyes pero sí el de sus cuentos, donde aparecen formas propias de una época?
–El año pasado dirigí un unipersonal sobre textos de Cortázar que presentó Ana Padovani. Es cierto que sus escritos son muy variados y muy de su época. Es probable que a los más jóvenes les cueste entender algunas palabras, pero es un autor fascinante. Eso de escribir de manera tan vívida sobre Buenos Aires residiendo en Europa o sobre París estando en Buenos Aires, fue un descubrimiento para mí. Nos permite “seguir” a un personaje y en el mismo párrafo a otro sin necesidad de un punto y aparte. Es como el pensamiento, uno trae al presente algo que ocurrió cinco años atrás y cinco minutos antes y hasta lo que proyecta para el futuro.
–¿Qué opina de esta visión de Cortázar sobre la figura del Minotauro?
–Es extraordinaria. Llega al mismo final del mito pero con otra mirada y una carga emocional que muestra al Minotauro como a un ser reflexivo que añora épocas mejores. El Minotauro cede ante la muerte para transformarse en algo eterno; en algo que pesará en Teseo y en otros personajes, pero no como una sentencia sino como imagen de liberación. El rey Minos plantea claramente el tema de la libertad, de quién es el prisionero: el preso o el que lo encerró. Y yo me pregunto quién es “el malo”, el Minotauro o aquel que le entrega jóvenes como alimento.
–¿Lo relaciona con la aceptación de códigos que la sociedad impone como necesarios para sobrevivir, aun siendo crueles?
–Si pasamos a otro plano, es lo que ocurre todo el tiempo. No discutimos la educación ni los cánones que nos imponen. Se nos dice continuamente que debemos vivir de una determinada manera para no perder, para no fracasar, sabiendo que esa educación y esos cánones no son los mejores.
–¿Relaciona los “saltos” entre Buenos Aires y París que se suceden en Rayuela, por ejemplo, con los exilios?
–-No conozco esa experiencia en mí, pero mi padre fue un exiliado, y durante la dictadura la vida no fue fácil para mis padres. Esos saltos me conectan con la pérdida de cosas y la añoranza de otras épocas: recuerdos de infancia, de las vacaciones, de la relación con mi mamá, que falleció. Así entiendo esa “distancia” de Cortázar, que no es sólo la distancia respecto de un lugar sino de cómo impresiona un lugar, de quienes quedan allí y de lo transitado con otros.
–¿Qué intentó destacar en esta puesta?
–La imagen más fuerte es el laberinto. Quise que fuera algo vivo, aun siendo de piedra. Me ayudaron en este tratamiento el escenógrafo Agustín Garbellotto y la música de Gabriel Barredo. Sé que este trabajo es todavía “muy libro”, pero me anima ver cómo los actores continúan descubriendo más escenas. Fue muy bueno que Aurora Bernárdez (quien fue esposa de Cortázar) nos haya autorizado a realizarlo. De esto se ocupó mucho el productor Roberto Malkassian, estudioso de la cultura griega, que desciende de armenios pero nació en Grecia. Hace dieciséis años creó un grupo de investigación. Entre los materiales literarios contemporáneos que maneja eligió Los reyes. Resulta sorprendente que el año en que Cortázar escribió este poema dramático, Borges se ocupara del Minotauro en La casa de Asterión, mostrándolo también como a un ser melancólico y apacible.
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Julián Howard escribió y protagoniza la primera adaptación teatral de "El inglés de los güesos"
"Vengo del mundo que describe Benito Lynch"
Por: Patricia Espinosa

Julián Howard.
El 22 de marzo se estrena en el teatro Regio la primera adaptación teatral de «El inglés de los güesos», de Benito Lynch, escrita y protagonizada por Julian Howard y con puesta en escena de Román Caracciolo. Con sus dos metros de estatura y su «pinta de extranjero», el actor se considera poco menos que predestinado a encarnar a este pintoresco paleontólogo que en plena pampa argentina se enamora de una jovencita de dieciséis años.
La novela fue llevada al cine en 1940 por Carlos Hugo Christensen y también tuvo una versión televisiva, a fines de los '70, con Ernesto Bianco y Ana María Picchio en los roles principales. Junto conHoward, actúan en esta versión Tony Lestingi, Rodolfo Rodas, Martín Comán, María Figueras y Noemí Morelli.
Periodista: ¿Así que a usted lo llamaban «el inglés de los güesos»?
Julian Howard: Sí. A mi padre lo llamaban «el inglés» y lo mismo a mi hermano. Yo nunca tuve motes, pero, más de una vez me han llamado «el inglés de los güesos». Es una figura mítica porque hay que ver que los que me ponían ese apodo no habían leído la novela. Yo la conocí en el secundario y me impresionó mucho, lo mismo que la versión cinematográfica con Arturo García Buhr. Pero en teatro ésta es la primera vez que se hace. Me enteré de que en 1936 se escribió una versión musical, pero nunca llegó a la escena.
P.: ¿Se siente muy identificado con el género gauchesco?
J.H.: Y... yo soy del campo. Nací en Rosario, pero nunca viví en una ciudad, hasta los dieciséis años cuando mi familia se mudó a Belgrano. Recién ahí tuvimos televisión, pero mi mayor diversión siguió siendo el campo. El padre de uno de mis amigos administraba treinta y pico de estancias, y a nosotros nos divertía ir a emplearnos como peones. Conocí muchísimos puestos de estancia en esa época, como ésos que describe Benito Lynch en su novela.
P.: Es un género que frecuentó varias veces en el teatro.
J.H.: Así es. En el '73 fue la primera vez que montamos con Los Volatineros -la compañía dirigida porFrancisco Javier-, «Los casos de Juan», de Bernardo Canal Feijóo, que reunía una serie de relatos del nordeste argentino. Y en el '87, hicimos «El herrero y el diablo», de Juan Carlos Gené, en el Teatro San Martín. Yo encarnaba al diablo.
P.: ¿Qué aspectos de la novela decidió recuperar?
J.H.: De todas las líneas de la novela elegí una sola porque, si no, la obra duraría tres o cuatro horas. No elegí contar el choque de culturas ni las diferencias entre médicos y curanderos. Elegí contar la historia de amor entre el inglés y Balbina. Lo mismo que la novela, la obra empieza casi como una comedia, luego pasa al melodrama y termina en una tragedia, porque la chica se suicida.
P.: ¿Cómo resolvió el pasaje de lo narrativo a la escena dramática?
J.H.: Lo que yo hice fue lo siguiente: como la escenografía muestra el exterior de rancho, dejé en manos del nieto de la curandera el relato de lo que sucede ahí dentro. El personaje comenta con el padre y el hermano de Balbina todo lo que está pasando.
P.: ¿Cómo trabajó con los actores el modo de hablar y el espíritu de esos personajes campesinos?
J.H.: Fui con todo el elenco a Ranchos, cerca de Brandsen, el lugar donde vivió Benito Lynch. Los llevé a conocer gente de campo y trabajamos mucho la tonada, la respiración y los tiempos propios del campo. A mí me pasa con el campo lo que a otros les pasa con el mar. La gente se queda mirando el horizonte durante horas y se va cargando de inmensidad. Puede sentir la grandeza del universo, y eso es algo muy motivador. Pero a mí eso sólo me pasa frente a un horizonte de pajas bravas, una alambrada y nada más. Por eso, creo que es algo muy fuerte que en esa inmensidad ocurra una pequeña historia de amor como ésta, que nos obliga a salir de la alienación urbana, donde más allá de una cuadra no podés ver nada.
La novela fue llevada al cine en 1940 por Carlos Hugo Christensen y también tuvo una versión televisiva, a fines de los '70, con Ernesto Bianco y Ana María Picchio en los roles principales. Junto conHoward, actúan en esta versión Tony Lestingi, Rodolfo Rodas, Martín Comán, María Figueras y Noemí Morelli.
Periodista: ¿Así que a usted lo llamaban «el inglés de los güesos»?
Julian Howard: Sí. A mi padre lo llamaban «el inglés» y lo mismo a mi hermano. Yo nunca tuve motes, pero, más de una vez me han llamado «el inglés de los güesos». Es una figura mítica porque hay que ver que los que me ponían ese apodo no habían leído la novela. Yo la conocí en el secundario y me impresionó mucho, lo mismo que la versión cinematográfica con Arturo García Buhr. Pero en teatro ésta es la primera vez que se hace. Me enteré de que en 1936 se escribió una versión musical, pero nunca llegó a la escena.
P.: ¿Se siente muy identificado con el género gauchesco?
J.H.: Y... yo soy del campo. Nací en Rosario, pero nunca viví en una ciudad, hasta los dieciséis años cuando mi familia se mudó a Belgrano. Recién ahí tuvimos televisión, pero mi mayor diversión siguió siendo el campo. El padre de uno de mis amigos administraba treinta y pico de estancias, y a nosotros nos divertía ir a emplearnos como peones. Conocí muchísimos puestos de estancia en esa época, como ésos que describe Benito Lynch en su novela.
P.: Es un género que frecuentó varias veces en el teatro.
J.H.: Así es. En el '73 fue la primera vez que montamos con Los Volatineros -la compañía dirigida porFrancisco Javier-, «Los casos de Juan», de Bernardo Canal Feijóo, que reunía una serie de relatos del nordeste argentino. Y en el '87, hicimos «El herrero y el diablo», de Juan Carlos Gené, en el Teatro San Martín. Yo encarnaba al diablo.
P.: ¿Qué aspectos de la novela decidió recuperar?
J.H.: De todas las líneas de la novela elegí una sola porque, si no, la obra duraría tres o cuatro horas. No elegí contar el choque de culturas ni las diferencias entre médicos y curanderos. Elegí contar la historia de amor entre el inglés y Balbina. Lo mismo que la novela, la obra empieza casi como una comedia, luego pasa al melodrama y termina en una tragedia, porque la chica se suicida.
P.: ¿Cómo resolvió el pasaje de lo narrativo a la escena dramática?
J.H.: Lo que yo hice fue lo siguiente: como la escenografía muestra el exterior de rancho, dejé en manos del nieto de la curandera el relato de lo que sucede ahí dentro. El personaje comenta con el padre y el hermano de Balbina todo lo que está pasando.
P.: ¿Cómo trabajó con los actores el modo de hablar y el espíritu de esos personajes campesinos?
J.H.: Fui con todo el elenco a Ranchos, cerca de Brandsen, el lugar donde vivió Benito Lynch. Los llevé a conocer gente de campo y trabajamos mucho la tonada, la respiración y los tiempos propios del campo. A mí me pasa con el campo lo que a otros les pasa con el mar. La gente se queda mirando el horizonte durante horas y se va cargando de inmensidad. Puede sentir la grandeza del universo, y eso es algo muy motivador. Pero a mí eso sólo me pasa frente a un horizonte de pajas bravas, una alambrada y nada más. Por eso, creo que es algo muy fuerte que en esa inmensidad ocurra una pequeña historia de amor como ésta, que nos obliga a salir de la alienación urbana, donde más allá de una cuadra no podés ver nada.
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